Anoche llegué al hostal de Saigon y como no hay tiempo que perder, por 147 dongs ($3.500) reservé para hoy un tour por el día completo al Templo Cao Dai y los túneles de Cu Chi, usados por la guerrilla Vietcong para derrotar al ejército estadounidense. Me pasaron a buscar a las 8:30 y nos fuimos con aire acondicionado y una guía que hablaba un muy buen nglés hacia las afueras de Saigon. El tráfico era terrible y no exagero al decir que había ratos en que se escuchaban bocinazos cada 5 segundos, o menos... Después de unas 3 horas de viaje y habiendo parado a almorzar, llegamos por fin al templo Cao Dai. Antes de ingresar, la guía nos dijo que era muy importante que entráramos por la puerta izquierda, porque de lo contrario nos iban a obligar a recorrer todo el perímetro para devolvernos. Después nos explicaría que se debía a que frente al templo hay un área sagrada por la que no se puede caminar durante ciertas horas y vimos a personas con pitos cuidando que la regla se cumpliera.
Dentro del templo vimos justo el momento en el que se llevaba a cabo el servicio. Una particularidad del lugar es que recibe devotos de 3 religiones, diferenciados por los colores de sus túnicas, siendo el rojo para el cristianismo, el amarillo para el budismo y el azul para el taoísmo. Además la guía nos explicó que durante las guerras en que ha participado Vietnam, el templo ha apoyado públicamente a los enemigos: franceses en los 40s y 50s, estadounidenses en los 60s y chinos a finales de los 70s. Gracias a eso nunca fueron bombardeados y a veces asilaban compatriotas, que en el papel eran sus enemigos.
Al terminar nos subimos nuevamente al bus y mientras nos dirigíamos a Cu Chi, la guía nos aclaró el concepto de Vietcong, porque comúnmente se conoce de esa manera a todos los vietnamitas que peleaban en contra de los estadounidenses, porque esa era la forma en que ellos los llamaban (VC); pero en realidad el nombre Vietcong se usaba para denominar a los vietnamitas del sur que peleaban a favor del norte. Al llegar a los túneles pagamos la entrada de 90 dongs ($2,250) y fuimos a la primera estación, dónde estaba esperándonos uno de los encargados del lugar. Nos señaló el suelo, donde aparentemente sólo había tierra, pero al remover las hojas apareció una tapa de madera de unos 40 x 40 centímetros. La levantó y nos mostró la entrada a los túneles subterráneos.
En ese momento la guía nos explicó que los túneles se extendían por más de 100 km de longitud y que se construyeron hasta 3 niveles subterráneos. El primer nivel estaba tan profundo, que podía soportar el peso de un tanque e incluso los bombardeos aéreos de los aviones estadounidenses. En el lugar vimos uno de los tanques que quedó varado después de que le destruyeran las orugas.
Si hasta el momento el tour estaba entretenido, se iba a poner mejor, porque luego nos mostraron ejemplos de las trampas que las guerrillas usaban para atrapar a los soldados estadounidenses. Una de ellas era como sacada de una película de Rambo, donde el suelo literalmente se abría y en el fondo habían púas de bambú afiladas apuntando hacia arriba. La guía nos dijo que las púas eran cubiertas con los excrementos de los enfermos vietnamitas, para así infectar las heridas de sus víctimas y provocar una muerte casi segura.
Otra de las trampas consistía en un suelo falso que al ser pisado cedía, provocando que el pie de la victima pisara con todo el peso del cuerpo un dispositivo que activaba púas de metal que salían de los lados y atravesaban la pierna. Al clavarse era imposible salir de ahí, a menos que la pierna fuera amputada. Otra similar tenía brasas calientes en el fondo y la más simple consistía en una púa afilada colocada en forma vertical más un par más que estaban en forma diagonal también hacia arriba, provocando que el pie quedara totalmente dañado.
Luego pasamos por un taller compuesto por figuras humanas de tamaño real, que simulaban estar trabajando. Dentro de los trabajos estaba el reutilizar las bombas estadounidenses que caían a tierra sin estallar y la fabricación de sandalias de goma que tenían la suela al revés, para que al ser usadas dejaran huellas en sentido contrario. También vimos los resultados de las bombas que cayeron y sí estallaron, dejando cráteres de unos 3 metros de profundidad y 10 de diámetro.
Después tuvimos la posibilidad de entrar a una parte de los túneles y cruzar 100 metros por debajo de la tierra, donde tuvimos que avanzar agachados. Pero eso no era nada comparado con otros sectores donde había que ir arrastrándose, esquivando escorpiones y ciempiés venenosos, aunque esa parte no la experimentamos. Imaginarse que ese era el día a día de cientos de personas era difícil de creer, y aún más cuando nos contaron que niños nacieron y fueron criados durante sus primeros años bajo tierra.
Por último pasamos por un campo de tiro, donde se podían comprar balas y disparar algunas ametralladoras, pero esta vez preferí no hacerlo, porque la vez que lo hice en Camboya las 25 balas que compré desaparecieron en menos de 30 segundos. En el camino hacia la salida vimos más bombas que tenían en exposición y por supuesto una tienda en la que vendían souvenirs, como collares con balas o gorros militares. El camino de vuelta a Saigon duró unas 2 horas. En total estuvimos unas 6 horas en el bus, pero valió totalmente la pena, ya que éste ha sido uno de los mejores tours que he tomado.