Anoche me pasaron a buscar para tomar el bus nocturno desde Nha Trang hacia Hoi An. Al llegar al terminal dejé mi mochila abajo y al subir al bus de 2 pisos el conductor empezó a revisar una lista con números. Al rato le dijo al asistente algo y éste me dijo que lo siguiera. Me llevó hasta la parte de atrás, donde habían 5 espacios (no se podían llamar asientos) arriba y 5 abajo. Los espacios eran muy estrechos y pegados entre sí, sin separación alguna. Le dije que no me quería sentar ahí y le señalé uno de los asientos individuales. Me empezó a decir que no, que tenía que ir a los de arriba y yo le decía que quería irme sólo. Fuimos a conversar con el conductor y cuando nos devolvimos a la parte de atrás, me dijo que me podía sentar abajo. Nuevamente le dije que no y me senté en uno individual.
Ahí la cosa se empezó a poner tensa, porque me empezó a levantar la voz y decir cosas en vietnamita. Yo le decía que no me quería ir atrás y fuimos otra vez a conversar con el conductor. Cuál sería mi sorpresa al ver que el conductor me empezó a gritar y decía en inglés "get out!, get out!" (¡sal!, ¡sal!) y me indicaba la puerta. Sopesé la posibilidad de llamar a alguien...pero ¿a quién?; la policía no iba a hablar inglés y no podía arriesgarme a bajar y perder el pasaje (además de perder un día de viaje y la reserva del hostal), además que nada me aseguraba que en el otro bus me iba a ir en el asiento individual. Así que sólo pude pensar en la madre de ambos y me fui al que pensé era el mejor de los 5 asientos: el de la orilla. Por suerte después se subieron sólo dos niñas de Indonesia, así que no nos fuimos tan apretados.
Tema aparte el hecho de haberse ido todo el camino con la boca seca por la falta de baños, porque hay una sola cosa peor que tener la boca seca y es tener ganas de ir al baño y no poder ir. Al otro día desperté con el sol en la cara (debí haber escogido la otra orilla...), porque las ventanas de atrás no tenían cortinas. Por lo menos en frente tenía una linda vista de las plantaciones de arroz, que se extendían a veces hasta el horizonte.
Una vez en el hotel dejé las cosas, tomé desayuno y después de una buena ducha salí a recorrer Hoi An. Esta ciudad es conocida como uno de los pueblos antiguos de Vietnam y es Patrimonio Mundial de la Humanidad, ya que ha mantenido las fachadas de sus casas desde hace cientos de años. Como el hotel no estaba tan cerca del centro, me arrendé una bicicleta para poder llegar. La calles estrechas con caminos de piedras eran entretenidas de recorrer, con la vista a cada lado de las casas en su mayoría café o amarillas. Hay un río que separa la ciudad en dos, y que es vuelta a unir por varios puentes que también mantienen desde hace muchos años.
Estaba yo en uno de esos puentes con mi camiseta de Colo-Colo sacándole fotos a un veterano que maniobraba un bote por el río, cuando escuché desde atrás un "dale, dale..." y al darme vuelta vi a Renato, un chileno que andaba en Hoi An con su señora Verónica. Nos pusimos a conversar y me contaron que viven en Australia desde hace un año y aprovecharon las vacaciones de la Universidad para viajar.
Nos llevamos súper bien, así que empezamos a recorrer la ciudad juntos. Habían varias partes a las que sólo se podía acceder con entrada. Ellos habían comprado un talonario con las entradas a todos los lugares, pero como no tenían tiempo para visitarlos todos, me dieron algunas y fuimos a ver los más importantes. El primero al que fuimos consistía en un show de canto y de baile tradicional.
Luego fuimos a una "casa antigua". Ahí nos explicaron que muchas casas tenían más de un piso, ya que en las épocas de lluvia el nivel del agua a veces superaba el metro de altura, por lo que todos los habitantes debían trasladarse al piso superior. Fuimos al segundo piso donde habían dos señoras tejiendo ropa de la forma tradicional, sentadas en el suelo con un telar de madera. Además de la ropa también tenían pinturas, figuras, joyas y varias cosas más para vender.
Después de recorrer un poco más el pueblo y comprar frutas en un mercado local, nos fuimos los 3 en la moto a la playa para pasar el resto de la tarde. No era de las más bonitas, pero una playa con agua tibia siempre es bienvenida.