domingo, 12 de mayo de 2013

MY 9- Ascenso al Monte Kinabalu

El monte Kinabalu se encuentra a 94 kilómetros de Kota Kinabalu y con 4.095 metros de altura es la 5ta montaña más alta del sudeste asiático. La razón más importante de mi viaje hacia Borneo era ir al Parque Nacional Kinabalu e intentar llegar a la cima de esta montaña, (Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO) así que el sábado 11 tomé un bus desde Sandakan y llegué a un hostal en la base del monte, a las afueras del Parque Nacional Kinabalu


Dia 1: Hacia Laban Rata
12 de Mayo de 2013

Los itinerarios que se ofrecen para subir el monte incluyen subidas en 1 día, 2 días y 1 noche o 3 días y 2 noches. Yo opté por subirlo en 2 días y 1 noche. Cuando estuve en Kota Kinabalu la primera vez, visité la agencia que se encarga del hospedaje en el monte, ya que ellos son los más económicos con un valor de $75.000 por noche en un dormitorio con 6 camas... Definitivamente el hostal más caro que he pagado. Si sumamos los costos del seguro, transporte, guía y entrada al parque, el total fue de 757 ringgit ($120.000).


Me presenté el día 12 en las oficinas del parque con mi número de reserva, pero algo había pasado y mis datos no estaban en el sistema. Después de unas llamadas por teléfono me dijeron que justo alguien había cancelado su reserva, así que no habría problema para subir. El itinerario comienza con el traslado desde las oficinas del parque en una minivan hasta una de las 2 puertas de partida hacia la cima del monte.


Pero antes de subirme a la van debía juntarme con mi guía. Es obligatorio para toda persona que desee subir el monte contratar los servicios de uno. Un guía puede hacerse cargo de hasta 3 personas y son asignados al azar, así que cuando fui a pagar los 128 ringgit ($20.000) acordados, le pedí a la encargada que en lo posible me asignara uno que hablara inglés. Salí de la oficina y a los 5 minutos apareció Freddy, de aproximadamente unos 20 años de edad y a pesar de mi requerimiento, con un inglés muy básico. De igual forma nos pudimos presentar y conversar algo. Luego nos subimos a la minivan y después de unos 5 minutos de cuesta ascendente llegamos a la puerta Timpohon a 1.866 metros de altura.


Ahí nos registramos y anotaron la hora de partida: 10:30 am, un poco tarde si se considera que la mayoría parte a más tardar a las 9. En ese momento Freddy me explicó que en este día la misión era llegar a Laban Rata, el sector donde se encuentran los hospedajes. También me dijo que en promedio la gente se demora entre 5 a 6 horas en dicho ascenso. Así que antes de partir procedí a elongar las piernas y cuando hube terminado le dije que estaba listo para seguirlo. Ahí me sorprendió diciendo que él me iba a seguir a mi y que yo podía ir solo en esta primera parte.


Así que le hice caso y comencé a caminar. Como hacía calor y había harta humedad fui con una camisa delgada, pero de manga larga para protegerme del sol. La camisa también tiene incorporado un químico repelente de insectos. Usé pantalones largos para evitar heridas que plantas o ramas pudieran causar y unos zapatos de caña media, livianos pero con buen agarre. Llevé una mochila con 2 mudas de ropa interior, ropa térmica, algunos chocolates, 1 litro de agua, chaqueta impermeable, pantalones impermeables, un poncho de plástico, linterna, un gorro, guantes para el frío, guantes de bicicleta, un par de bastones y mi fiel bandana. No era necesario llevar más agua, porque en el camino habían puestos de descanso con agua (no tratada) que según leí en reportes todos tomaban y nadie se enfermaba.


La primera parte del trayecto fue en bajada, pero sólo por unos 50 metros. Después de eso comenzaría la eterna subida. El camino era uno solo, así que no estaba señalizado y era fácil de seguir. Los escalones estaban hechos a la fuerza con maderos o fierros colocados de manera horizontal en el camino. A veces las mismas raíces de los árboles eran los escalones. En un comienzo partí con mucho entusiasmo y a veces me detenía a sacar fotos. Pasados unos 20 minutos apareció Freddy jadeando y me dijo que debía subir más lento, porque la altura me podía afectar. Antes de viajar me asesoré sobre el mal de altura y traje conmigo pastillas de acetazolamida, pero decidí no tomarlas para comprobar si soy susceptible o no. Ser afectado por dicho mal no depende del estado físico de la persona, así que la única forma de saberlo es subiendo a gran altura. Los típicos síntomas son dolor de cabeza, mareos, vómitos y ya en estados más avanzados desmayos y problemas para respirar. Como yo obviamente no quería que nada de eso me pasara le hice caso a Freddy y reduje un poco el paso.


A medida que subíamos el terreno y el paisaje cambiaba constantemente, lo que lo hacía entretenido, ya que no era un trayecto monótono. Otro factor entretenido era que a veces en las estaciones de descanso encontrábamos ardillas que sabían que la gente se detenía ahí para comer, así que se acercaban y dejaban que las alimentaran incluso con la mano.




Dichas estaciones también eran buenas para conversar con las personas que venían descendiendo. En una de ellas conversé con un indio que me dijo que después de Laban Rata había un sector peligroso en el que había que sujetar una cuerda para subir y que cuando él había subido, un tipo de 120 kilos se había resbalado y quebrado una pierna. Como pesaba tanto los guías no lo podían bajar, así que tuvieron que enviar un helicóptero para ir a buscarlo. Mas tarde comprobaría a qué se refería...


Desde la puerta Timpohon hasta Laban Rata el largo del camino es de 5,5 kilómetros y cada medio kilómetro habían carteles que indicaban la altura a la que nos encontrábamos. Cuando íbamos por la mitad el clima empezó a cambiar. Ya no hacía tanto calor como en la partida y el camino se cubrió con neblina. Mi camisa estaba empapada de sudor y el aire frío no ayudaba mucho y cuando pensé que eso era lo peor, se puso a llover. Por suerte estábamos en una zona de descanso, así que procedí a sacar la chaqueta y el pantalón impermeables. Como ya sabía que en los ascensos hay probabilidad de lluvia tenía toda mi ropa envuelta en bolsas de plástico, pero aún así cubrí la mochila con una bolsa impermeable.


Para ese entonces ya había empezado a ocupar los bastones junto con los guantes de bicicleta para amortiguar la presión en las manos. Era tanto lo que ayudaban, que según yo eran casi obligatorios. Es por eso que cuando veía a los porteros cargando enormes mochilas lo encontraba admirable. Generalmente llevaban provisiones hacia Laban Rata, pero también era posible contratarlos para que llevaran equipo privado, a 10 ringgit ($1.600) el kilo.


Cuando estaba buscando reportes sobre el ascenso al monte, algo que se repetía muchas veces era que no sólo la resistencia y fuerza física eran necesarias; el tercer factor importante era el sicológico, poniendo a prueba la voluntad de continuar. Por lo mismo al comienzo iba un poco temeroso sobre la posible aparición de pensamientos de arrepentimiento, pero habiendo pasado la mitad del camino a Laban Rata, dichos pensamientos todavía no se hacían presentes lo que me tenían súper contento. Además mis piernas estaban resistiendo muy bien y con Freddy sólo nos deteníamos a descansar en las estaciones designadas, a diferencia de otras personas que se detenían en el camino.


En una de las estaciones había un grupo de unos 5 malayos descansando y uno de ellos estaba acostado con calambres en ambas piernas. Una persona le ofreció un ungüento para friegas y cuando los guías empezaron a aplicárselo, el pobre se desmayó. Con Freddy nos miramos y seguimos subiendo por el camino, que ahora era más complicado, porque había que subir por rocas que con la lluvia estaban resbaladizas. Pero aún siendo laborioso, para mi fue un agrado atravesarlo, ya en todo momento estaba rodeado de un paisaje que nunca había visto.


Sabiendo que faltaba poco para llegar a Laban Rata, comencé a subir más rápido. Lo único que quería hacer era sacarme toda la ropa mojada y colocarme algo seco y tibio. Lamentablemente no podía desear una ducha caliente, porque en las oficinas del parque me habían advertido que la electricidad sólo se ocupaba para las luces, así que arriba no iba a haber agua caliente ni calefacción. Cuando por fin llegamos, el sector estaba cubierto por una intensa neblina. Nos demoramos 5 horas, justo lo que Freddy había estimado. Fuimos a la recepción y me entregaron la llave de mi habitación. Freddy se despidió y me dijo que nos encontraríamos al día siguiente a las 2 am para comenzar la segunda parte del ascenso. La idea era llegar a la cima antes del amanecer.


Fui a mi pieza a cambiarme de ropa y me sorprendí gratamente al sentir que no hacía nada de frío. Luego fui al baño para comprobar la temperatura del agua; quizás también se habían equivocado con eso. Entré y escuché una ducha. Con una sonrisa en los labios abrí la llave del lavamanos y la sonrisa se esfumó. Estaba heladísima. Me devolví a la habitación, que iba a compartir con 5 personas más y me encontré con el malayo que le había prestado la crema al desmayado. Me contó que después de varios intentos el pobre no pudo seguir caminando y finalmente le pagó 400 ringgit ($60.000) a su guía para que lo llevara en la espalda hasta Laban Rata.


Bajé a la recepción a las 16:15 a comer. El servicio era buffet libre y la comida estaba buenísima. Comí unos fideos delgados típicos de Malasia con pescado frito en salsas más algunas verduras. De postre plátanos fritos junto con otros postres tipo flan y un par de tazas de té caliente. Desde la terraza sólo se veían nubes y lluvia, así que a las 17:30 me fui a acostar. Cuando estaba en la pieza el malayo me dijo que las nubes se habían ido y que toda la gente estaba tomando fotos del atardecer, así que aproveché de llevar mi cámara y quedé impresionado con la vista, a 3273 metros de altura.


Dia 2: Camino a la cima
13 de Mayo de 2013


Me desperté a la 1:00 am para continuar el ascenso. Esta vez el clima sería totalmente distinto a la primera parte, por lo que me coloqué mis primeras y segundas capas térmicas, en piernas y torso, y encima la chaqueta y pantalón impermeables. Sobre el gorro me coloqué la linterna, ya que no habrían luces en el camino a la cima. También llevé guantes de invierno y los bastones. Después de comer algo como a las 2 am apareció Freddy, que ya estaba listo para subir, al igual que toda la gente que llenaba la recepción  Me dijo que quizás iba a llover, así que me devolví a la habitación a buscar el poncho y entre eso y arreglar algunas cosas cuando bajé de vuelta a la recepción todos se habían ido. Fui el último en salir...jeje.


El camino afuera estaba total y absolutamente oscuro. Freddy iba adelante mio, sin linterna, así que se guiaba por lo que la mia podía alumbrar. Nuestra misión hoy era llegar a la cima mientras todavía estuviera oscuro, para alcanzar a ver el amanecer desde arriba, por lo que debíamos apurar el paso. Pronto alcanzamos al primer grupo. El camino estaba compuesto de escaleras de madera y algunas veces de roca y era muy estrecho y empinado, así que era súper difícil adelantar personas. A veces algunos se detenían a descansar y ahí aprovechábamos nuestra oportunidad. No se qué habrá sido, pero yo estaba tan entusiasmado que no sentía cansancio alguno y después de unos 30 minutos ya habíamos pasado a unas 20. Al terminar esa primera parte nos detuvimos unos 5 minutos. Había más personas descansando y ya se escuchaban algunas toses.

De pronto llegamos a un sector donde había una cuerda. En ese momento me acordé de lo que me había dicho el indio. La subida era muy empinada y la cuerda ayudaba bastante. En la mitad de la subida miré a la derecha y vi que había un precipicio. Ahí sentí literalmente mi corazón palpitar, me agarré más fuerte de la cuerda y deseé que la persona que iba adelante/arriba mio no se resbalara, porque con eso todos nos íbamos para abajo. La subida fue muy lenta, porque algunos que iban más adelante no avanzaban. Después de unos 30 minutos por fin llegamos a otro sector donde el terreno era mas liso, pero siempre en subida y a veces tenía que subir apoyándome en las manos para no irme de lado. Por suerte no estaba lloviendo, pero igual corría agua por entre las rocas, así que el camino era muy resbaladizo. A casi 4.000 metros de altura los descansos se hacían más frecuentes. Había personas con dolor de cabeza y oídos tapados. Sorpresivamente para mi, yo me sentía súper bien. Freddy me preguntaba constantemente si necesitaba descansar, pero estando tan cerca lo único que yo quería era seguir, sobre todo porque había escuchado a un guía decir que ya iba a amanecer.

La última parte fue cansadora. Para ese entonces me había separado de Freddy en mi afán de llegar luego y habían pocas personas delante mio, por lo que ya no podía seguir el camino que ellos trazaban y tuve que ingeniármelas solo para elegir mis rutas, que ya no eran tan obvias. Habían cuerdas que daban indicios de los caminos a seguir, pero no siempre eran las mejores. En un momento vi que habían varias luces juntas y me di cuenta que esa era posiblemente la cima. apuré más el paso y escalé en cuatro patas la última parte y sí, esa era la cima.

Estaba súper contento de haberlo logrado. Sólo habían unas 10 personas y el espacio era reducido, así que saqué mi cámara y le pedí a alguien que me sacara unas fotos antes que llegara más gente. Antes de subir, me prometí a mi mismo sacarme una foto con mi camiseta de la Selección Chilena en caso de llegar a la cima. Así que sufriendo por el frío, me saqué la chaqueta e intenté sacarme la segunda capa, pero ya tenía las manos congeladas y preferí no arriesgar un resfrío, así que me la puse encima y sonreí victorioso para el flash en Low's Peak a 4.095 metros de altura.


Unos minutos después llegó Freddy, justo al momento en que empezó a amanecer. Nos sacamos unas fotos juntos con vistas hacia Laban Rata y los alrededores. El sol no se veía tan claramente, porque hacia el este estaba muy nublado. También aproveché de conversar con otras personas que habían logrado llegar y compartimos unos chocolates. Estábamos todos muy contentos. Nos quedamos en la cima sólo unos minutos más, porque seguía llegando gente y era peligroso mantener el equilibrio en el espacio tan reducido.


Comenzamos el descenso lentamente. Ya no hacía tanto frío y el poder ver por donde caminaba ayudaba bastante. Aún así me resbalé un par de veces, porque el agua seguía corriendo por el suelo. Freddy nuevamente me dijo que me fuera solo y que él me iba a seguir. Ahora que lo podía ver, me di cuenta que se quedaba atrás comadreando con los otros guías. Continué bajando y en un momento me di media vuelta y pude apreciar la cima desde lo lejos y me di cuenta que éste se acababa de convertir en uno de los días importantes en mi vida.


Al terminar la parte más llana del camino apareció nuevamente la cuerda y con la luz del sol pude ver bien por dónde habíamos subido. Lo primero que llamó mi atención fue la falta de seguridad. Se me ocurrió que una malla en el borde de la caída sería lo mínimo que habría que colocar en caso de que alguien se resbalara. Un par de días después alguien me contó que vio cuando una mujer china se soltó de la cuerda y rodó hacia el precipicio, pero logró sujetarse de una de las rocas. Quedó toda herida por los golpes en las otras rocas, pero logró salvarse.

En esta parte los guías eran de gran ayuda. Vi cómo algunos iban indicándoles a sus clientes paso por paso por dónde debían ir pisando. A algunas personas las llevaban incluso de la mano y otros se apoyaban en ellos como si fueran bastones humanos. Una vez terminada la parte de la cuerda nos encontramos con los escalones de roca, lo que indicaba que ya estábamos más cerca de Laban Rata.


El camino de bajada no se me hizo difícil. De hecho nuevamente íbamos pasando gente junto con Freddy. Sólo nos detuvimos un par de veces a descansar, sacar fotos y a llenar nuestras botellas de agua. Ya cerca de Laban Rata me encontré con otro de mis compañeros de pieza y me dijo que había sido el primero en llegar a la cima. Ahí pensé que quizás de no haber salido último ese podría haber sido yo. Para la próxima.... Cuando llegamos al hotel fuimos directo a comer. Eran las 7:20 y Freddy me dijo que a las 8:00 teníamos que empezar el viaje hacia la base. Le dije que me diera un poco más de tiempo, porque quería comer con calma, así que quedamos de acuerdo en bajar a las 8:30. El desayuno también era libre y yo quería aprovecharlo.

Dejamos Laban Rata a las 9:20 entre una densa neblina y con los cielos anunciando luvia. Bajé con mi primera capa térmica y la chaqueta impermeable, aunque ya no me importaba mojarme, porque sabía que tenía ropa seca en el hostal de la base del monte. Freddy comenzó a bajar muy rápido y yo intenté seguirle el ritmo. No quise usar los bastones porque aún me sentía súper bien, aunque a cada paso que daba sentía el impacto en las rodillas.


Mientras bajábamos nuevamente íbamos pasando gente que iba más lento que nosotros, la mayoría usando sus bastones. A veces nos encontrábamos con porteros llevando sendas cargas en sus espaldas e incluso vigas. Esto explica el alto costo de las habitaciones en Laban Rata, porque todo lo que se usó para la construcción tuvo que ser cargado cerro arriba. Cuando faltaban 4 kilómetros para llegar empecé a sentir un malestar en las rodillas, así que las paradas en las áreas de descanso empezaron a ser un poco más largas. Además que era ameno conversar con los turistas que iban recién subiendo; a todos les advertía que tuvieran cuidado con la cuerda, tal como el indio me lo había advertido a mi.

Cuando faltaban 3 kilómetros ya no pude seguirle el ritmo a Freddy y tuve que sacar mis bastones, porque el malestar se había convertido en dolor. Cada vez que pasábamos uno de los cartelitos indicando la distancia restante sólo deseaba que el siguiente apareciera en la próxima esquina. A los 2 kilómetros maldije por dentro pensando que iba a decir "1". Si al comienzo nos demorábamos 15 minutos en avanzar medio kilómetro ahora nos demorábamos 30 o 40.


Cuando finalmente faltaban 500 metros por llegar, no pude más que sonreír. El camino era igual de empinado y con muchos escalones, pero el saber que ya estábamos cerca me daba ánimo para seguir. Cuando alcanzamos la puerta Timpohon iba más cojo de una pierna. Digo "más" porque con las dos cojeaba... En la puerta nos estaba esperando una minivan que nos llevó de vuelta a las oficinas del parque. Ahí me despedí de Freddy y caminé hacia el hostal, que estaba a 1 kilómetro.

En el hostal tenían mis cosas guardadas, pero como ya había hecho el chekout, no podía usar las duchas. Eran las 13:30 y decidí tomar el próximo bus que pasara hacia Kota Kinabalu, a 2 horas de viaje. Me cambié de ropa y esperé en la carretera a que pasara el bus, pero terminé tomando un colectivo por 20 ringgit ($3.000) hacia la ciudad que me dejó sólo a un par de cuadras del hostal.

La experiencia de subir y llegar a la cima del Monte Kinabalu fue muy gratificante y estoy seguro que mi capacidad de hacerlo sin haber tenido problemas fue gracias a mi entrenamiento en Muay Thai. ¿Lo haría de nuevo? Seguro que si, pero esta vez usaría los bastones...